Biografia de Romário de Souza Faria, más conocío como Romario, nació en Río de Janeiro el 29 de enero de 1966, y de ahí salió para convertirse en una leyenda del fútbol mundial. En las calles de Jacarezinho, un barrio humilde de la capital carioca, fue donde este muchacho comenzó a moldear sus destrezas para meter goles como loco. Con la pelota de trapo o la que se encontraba, ya se le veía un talento diferente, con un olfato goleador que lo distinguiría del resto. Al principio, la vida no fue fácil para él ni para su familia.
Los primeros pasos de Romario: Vasco da Gama
Su debut profesional vino de la mano del Club de Regatas Vasco da Gama, uno de los clubes más grandes de Brasil. Ahí, Romario se destapó como un verdadero crack. Aunque era bajito, comparado con otros delanteros, su agilidad, velocidad y, sobre todo, su inteligencia pa’ moverse en el área, lo hicieron sobresalir. Los defensas no sabían por dónde les llegaba el guamazo, porque Romario, sin necesidad de correr mucho, siempre estaba en el lugar correcto pa’ meter la pelota en las redes. En Vasco se ganó el cariño de la hinchada rapidito, pues no sólo hacía goles, también tenía esa picardía, esa malicia en la cancha que gusta a la gente. No se quedaba callao, y si había que provocar al rival, lo hacía, todo pa’ sacar ventaja.
Con Vasco, Romario fue campeón de varios torneos, pero lo más importante fue que empezó a llamar la atención del mundo del fútbol, especialmente de Europa, donde los clubes estaban comenzando a llevarse a los mejores talentos brasileños. Y, claro, Romario no iba a ser la excepción. Su nombre empezó a sonar en los grandes equipos del viejo continente.
El salto a Europa: PSV Eindhoven
A finales de los ochenta, Romario hizo maletas y se fue pa’ Holanda, donde fichó con el PSV Eindhoven. Pa’ muchos, el fútbol europeo era más rudo y táctico que el sudamericano, y decían que los jugadores brasileños a veces les costaba adaptarse. Pero Romario, con su estilo relajao, no sólo se adaptó, sino que la rompió en grande. En Holanda fue una auténtica pesadilla pa’ los defensas, con su velocidad, sus regates corticos y su capacidad pa’ definir con un solo toque. En el PSV Eindhoven, Romario se convirtió en uno de los máximos goleadores del campeonato holandés, y ahí fue cuando su fama explotó en serio.
Romario, además, empezó a destacar con la selección de Brasil, y fue aquí cuando empezó a construir esa leyenda de goleador inmortal. Con su país, demostró que podía hacer goles en cualquier parte, contra cualquier equipo, y bajo cualquier presión. La afición brasileña, exigente como ninguna, ya lo empezaba a ver como uno de los mejores delanteros de su generación.
La consagración en el Barcelona
Después de su exitosa etapa en Holanda, Romario dio el gran salto a uno de los equipos más grandes del mundo: el Fútbol Club Barcelona. En el Barça, su estilo de juego se afinó aún más bajo la dirección de Johan Cruyff, el entrenador que lo llevó a su máxima expresión. Romario llegó al Barcelona en 1993, y rápidamente se convirtió en una superestrella. Fue clave en la obtención de la liga española en la temporada 1993-1994, con un total de 30 goles en 33 partidos. Los aficionados del Barça no se cansaban de aplaudir sus jugadas, sus fintas y esos goles de taquito, de volea o de cualquier manera.
Uno de los momentos más recordados de Romario en el Barcelona fue un clásico contra el Real Madrid, en el que anotó un hat-trick (tres goles). Ese día, el Camp Nou estalló de alegría, y el brasileño consolidó su estatus como ídolo. Con su estilo tranquilo, casi despreocupado, Romario parecía jugar con la defensa rival como si estuviera en un partido entre panas en la playa. No necesitaba correr mucho, porque tenía esa facilidad pa’ anticipar las jugadas y estar siempre en el lugar preciso. Su capacidad pa’ definir en el área chica era única.
Pero Romario también tenía su carácter. Después de su primer año espectacular, las tensiones con Cruyff comenzaron a salir a la luz. Romario, siempre claro y sin pelos en la lengua, no le gustaba seguir reglas estrictas. Su vida fuera de la cancha también era parte del show: fiestas, celebraciones, y un estilo de vida más relajado que muchos otros futbolistas de élite. Al final, en 1995, decidió dejar el Barça y regresar a Brasil.
¿Qué tan bueno era Romario?
Romario completa su primer partido completo… ¡en el banquillo! I MARCA
El Mundial del 94: Romario inmortal
Pero lo que realmente elevó a Romario al Olimpo del fútbol fue su actuación en el Mundial de 1994, celebrado en los Estados Unidos. Brasil no ganaba un Mundial desde 1970, y las expectativas eran altísimas. La selección contaba con jugadores de calidad, pero fue Romario quien se robó el show. Su sociedad con Bebeto en la delantera fue letal, y juntos hicieron estragos en las defensas rivales.
Romario fue la gran figura del torneo. Anotó goles decisivos en los partidos clave, y su capacidad pa’ manejar la presión en momentos cruciales fue evidente. En la final contra Italia, aunque el partido terminó 0-0 en el tiempo regular y en la prórroga, Romario seguía siendo el hombre más peligroso de Brasil. El partido se decidió en penales, y aunque Romario no fue el que metió el penal definitivo, su liderazgo y goles a lo largo del torneo lo hicieron merecedor del título de Balón de Oro del Mundial.
Brasil levantó la copa, y Romario se consagró como uno de los más grandes goleadores en la historia del fútbol. El país entero lo celebró como un héroe, y él, fiel a su estilo, disfrutó de la fama y los honores como pocos.
Romario vuelve a casa: Flamengo y Vasco da Gama
Después del Mundial, Romario decidió volver a Brasil, y fichó con el Flamengo, uno de los clubes más populares de Río de Janeiro. Aunque su estancia en el Flamengo fue exitosa en términos de goles, el equipo no logró muchos títulos en esa época. A pesar de eso, Romario siguió siendo un ídolo pa’ la hinchada, con esa personalidad que lo hacía brillar tanto dentro como fuera de la cancha. Nunca dejó de ser ese «malandro» del fútbol, ese jugador que, sin importar las circunstancias, siempre tenía una sonrisa y una broma pa’ soltar.
Romario también tuvo un par de regresos al Vasco da Gama, donde siempre fue recibido como un rey. Con Vasco, ganó campeonatos importantes, incluyendo el Brasileirão, y sumó más y más goles pa’ su cuenta personal. Su capacidad pa’ mantenerse en la élite a pesar de los años era impresionante. Incluso cuando ya estaba en sus treintas, seguía metiendo goles como si tuviera 20. Eso sí, su vida fuera del fútbol seguía dando de qué hablar, pero Romario siempre se mantuvo firme en que él vivía la vida a su manera, sin arrepentimientos.
Los últimos años: de jugador a político
Romario jugó hasta bien avanzada su carrera, incluso probando suerte en ligas menos competitivas como la de Qatar y Estados Unidos, pero su amor por el fútbol siempre lo hizo regresar a Brasil. En 2007, alcanzó una cifra mágica: los mil goles. Aunque algunos criticaron la forma en que contabilizó algunos goles amistosos, Romario insistió en que, pa’ él, esos mil goles eran reales, y la cifra es respetada por la mayoría.
Después de retirarse definitivamente, Romario no dejó de estar en el ojo público. Se metió de lleno en la política, siendo electo senador de Brasil en 2014. Como político, Romario ha defendido los derechos de las personas con discapacidades, inspirado por su propia experiencia como padre de una hija con síndrome de Down. Aunque muchos se sorprendieron con su cambio de carrera, Romario siempre ha sido un hombre decidido, y su popularidad sigue siendo enorme.
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El legado de Romario
Romario es, sin duda, uno de los delanteros más letales que ha visto el fútbol. Con más de mil goles a lo largo de su carrera, incluyendo los que marcó en su gloriosa etapa en Europa y con la selección de Brasil, su nombre está grabado en los anales del fútbol mundial. Su estilo relajao, casi despreocupado, lo hizo único. No era un jugador que dependiera de la fuerza física o de correr sin parar. Más bien, Romario tenía una intuición pa’ el gol que muy pocos delanteros en la historia han tenido.
El «Baixinho», como lo llamaban, dejó un legado imborrable en el fútbol, no sólo por sus goles, sino por su actitud. Siempre se le recordará como uno de esos jugadores que disfrutaban de la vida, dentro y fuera del campo, y que nunca dejaron que la presión o las expectativas los aplastaran. Su historia es la de un verdadero crack, un hombre que nació pa’ ser goleador, pa’ ser leyenda.
Romario es el tipo de jugador que, sin importar los años que pasen, siempre tendrá un lugar especial en la historia del fútbol, y especialmente en el corazón de los fanáticos que lo vieron brillar con la camiseta de Brasil y en cada equipo donde dejó su huella inmortal.