Rodrigo nació en Sarandí, una localidad de Avellaneda, el 24 de mayo de 1994. Criarse en Argentina no es fácil, y menos en esos barrios donde el fútbol se juega en las calles y el césped es puro lujo. De niño, De Paul tenía una pasión desbordante por el balón. Desde que agarró su primer pelota, todo el que lo veía notaba algo especial en él, esa chispa que no se aprende. Su familia, con humildad y sacrificio, lo apoyaba en cada pasito que daba. Su mamá fue clave, la típica madre guerrera que se desvive por sus hijos, y a quien él siempre nombra con cariño.
Las Inferiores de Racing: La Forja de un Luchador
Con 8 añitos, Rodrigo entró en las inferiores de Racing Club. Ahí fue donde aprendió que para brillar, no solo hace falta tener talento, sino también ser constante y disciplinado. Los entrenadores lo veían como un diamante en bruto. Sus compañeros de equipo lo recuerdan como un chamaquito humilde, siempre dispuesto a aprender y ayudar en lo que hiciera falta. No pasó mucho tiempo antes de que empezara a destacar y a ganarse la mirada de los grandes.
Su debut en la Primera de Racing fue en 2013, y aunque tenía sus altibajos, Rodrigo siempre dejaba el alma en cada partido. A punta de sudor y sacrificio, se fue haciendo un nombre en el equipo. A los fanáticos les empezó a gustar ese juego suyo, su entrega y esas jugadas que de vez en cuando sacaba de la manga.
Un Salto Grande: Del Cilindro a Valencia
Apenas en 2014, Rodrigo De Paul dio un salto bien alto al ser fichado por el Valencia de España. Pa’ un muchacho como él, era como cumplir el sueño de cualquier chamo en el barrio, ¿me entiendes? Allá en Europa las cosas no fueron fáciles; el fútbol europeo es un monstruo distinto, y adaptarse cuesta, sobre todo cuando uno viene con esa vibra y estilo suramericano.
En Valencia, De Paul tuvo buenos y malos momentos, y aunque no logró brillar como esperaba, siempre daba la cara y no se achicaba. Sus pases precisos y su visión de juego se notaban, pero todavía le faltaba pulirse. La experiencia en España fue dura, pero le enseñó algo clave: la importancia de la perseverancia y la humildad. Él sabía que si quería llegar lejos, tenía que trabajar el doble, y eso fue lo que hizo.
Regreso a Argentina y Renacer en Udinese
Después de su paso por Valencia, volvió a Racing en 2016, donde recuperó confianza y se reencontró con su gente. La vuelta a su tierra le ayudó a recordar quién era y de dónde venía. Ese año le sirvió para recomponerse y darse cuenta de que todavía tenía mucho para dar. No pasó mucho tiempo antes de que el Udinese de Italia le pusiera el ojo, y en 2016, De Paul decidió probar suerte en el Calcio, un fútbol muy exigente y físico.
En Udinese, Rodrigo encontró su verdadero juego. Se convirtió en una pieza clave, el motor del equipo, y empezó a ser el jugador que él siempre había querido ser. Con su visión y capacidad para romper líneas, no solo se volvió importante en el Udinese, sino que comenzó a llamar la atención en la Selección Argentina. En cada partido dejaba claro que lo suyo no era solo talento, sino un hambre de victoria que venía desde sus raíces.
La Selección Argentina: El Corazón Albiceleste
Para cualquier jugador argentino, ponerse la camiseta albiceleste es lo máximo, y Rodrigo no era la excepción. Debutó con la Selección en 2018, y desde entonces, su entrega en cada partido lo ha convertido en un ídolo. Pero el punto culminante llegó en la Copa América de 2021, donde Argentina se consagró campeón y él fue una de las figuras.
De Paul se destacó no solo por su entrega en cada partido, sino por esa conexión especial con Lionel Messi. En el campo, Rodrigo fue como un escudero para Leo, cubriéndolo, ayudándolo y dándole el soporte necesario para que el genio argentino se enfocara en brillar. Su trabajo silencioso, ese que a veces pasa desapercibido, fue clave para que Argentina levantara la copa. Su participación en la final contra Brasil fue memorable; jugó cada balón como si fuera el último.
Campeón del Mundo y Leyenda en Construcción
Y si la Copa América fue especial, el Mundial de Catar 2022 fue la consagración absoluta. Argentina llegó a esa Copa con mucha presión, pero De Paul nunca dejó de mostrar su temple y su carácter. Su rol en el equipo fue fundamental, tanto dentro como fuera del campo. Rodrigo se convirtió en el “motorcito” de la selección, el que nunca paraba, el que siempre estaba ahí pa’ meter pierna y aguantar los trancazos.
Cada vez que Argentina necesitaba una chispa, él aparecía. Al final, levantar la Copa del Mundo fue el resultado de todos esos años de esfuerzo, de sus caídas y sus levantadas. Rodrigo De Paul no solo se convirtió en campeón del mundo, sino en un referente de la garra y el corazón argentino.
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Un Futuro Brillante
Hoy, Rodrigo sigue demostrando que el éxito no le ha quitado su humildad. A pesar de todo lo que ha conseguido, sigue siendo ese chamo sencillo de Sarandí, que nunca olvida de dónde viene. Su conexión con los hinchas sigue intacta, y cada vez que juega, lo hace con la misma pasión con la que comenzó en el barrio.
No cabe duda de que el futuro todavía tiene muchas sorpresas para este muchacho. Sea donde sea que la vida lo lleve, Rodrigo De Paul ya se ha ganado un lugar en la historia del fútbol argentino, y eso es algo que no se lo quita nadie. ¡Viva Rodrigo, corazón argentino!